"El nombre de la rosa", de Umberto Eco.
El nombre de la rosa fue escrita por
Umberto Eco, quien en un principio pretendía escribir una novela policíaca,
pero le vino a la mente la imagen de un benedictino en un monasterio que muere
al leer un libro, de aquí surgió El
nombre de la rosa. Para escribirlo se documentó visitando abadías y
haciendo planos de éstas, así como se inspiró en Guillermo de Ockham, un
franciscano muy implicado en la polémica sobre la posesión de bienes y la
pobreza de los apóstoles, para crear su personaje principal.
Respecto al
título, al cual no parece encontrársele sentido en toda la obra, se ofrece una
aclaración del mismo en la frase en latín que cierra la novela «stat rosa pristina nomina, nomina nuda
tenemos» (Del nombre original de la rosa, sólo nos queda su nombre desnudo).
La obra es de
carácter extenso, escrita en prosa, y en ella se relata una historia de
ficción. Atendiendo al contenido vemos que es una novela histórica y policíaca.
El libro de
sitúa en una abadía del siglo XIV para relatar las pesquisas de Guillermo de
Baskerville y de su aprendiz Adso de Melk. La historia es narrada por Adso,
quien nos mostrará la sagacidad de su maestro para resolver el extraño misterio
que se cierne sobre la famosa biblioteca de la abadía y las muertes que se
suceden en torno a ellos.
La novela
aborda el conflicto entre papistas e imperiales en el siglo XIV, aunque si bien
éste solo es el contexto histórico en el que se ambienta para dar lugar a la
historia ficticia:
Guillermo de
Baskerville es un fraile franciscano al cual se le encomienda la organización
de la reunión entre los franciscanos y la legación papal. Hace años fue un
conocido inquisidor, famoso por su perspicacia, pero sin llegar a compartir las
técnicas de tortura de la Inquisición; esta experiencia le será de ayuda a la
hora de investigar, pues conoce las formas y los momentos en los que interrogar
a un sospechoso. En todo momento actúa
como maestro, ayudando a su aprendiz a reflexionar con una actitud
crítica y enseñándole el uso de la lógica como arma deductiva.
Adso de Melk
narra la historia mostrándonos sus reflexiones sobre las técnicas e inferencias
de su maestro. Nos sitúa en el contexto aportándonos información de los años
precedentes. Dada su juventud, es un novicio, se muestra a veces un tanto
irresponsable y toma decisiones erróneas pero ayudará a su maestro en numerosas
ocasiones.
La novela
incorpora un gran número de reflexiones filosóficas por lo general dentro del
ámbito teológico que, aunque bien explicadas, puede resultar complejo llegar a
comprenderlas. Por otro lado las deducciones de Guillermo son, en ciertos
momentos, poco creíbles a pesar de que son explicadas todas las evidencias en
las que se basa para alcanzarlas. Cabe también añadir que las cuestiones
religiosas, por lo general aclaradas, pueden resultar costosas a la hora de
entender su simbología si no se tiene un conocimiento previo de la fe
cristiana, así como también es recomendable el conocimiento del latín dado el
gran número de citas en la lengua romana. En último lugar el autor gusta de
hacer largas enumeraciones que llegan a ser tediosas para el lector.
La forma en la
que Eco desarrolla el misterio nos recuerda, entre otros, a Agatha Christie, en
cuyas novelas el escurridizo culpable no se descubre hasta las últimas páginas,
así como el personaje que lo investida daba muestra de excelentes capacidades
deductivas. Por otro lado la ambientación histórica aporta una historia de
trasfondo interesante, pero sobre todo permite situar la novela en un
monasterio sobre el cual el pasado influye en gran medida, es un entorno ideal
y ante todo original para desarrollar la trama. En referencia a las
deducciones, alo largo del libro se puede ir comprendiendo el correcto uso de la lógica y sus aplicaciones, también
podemos descubrir en el libro métodos y estrategias para defender argumentos y
posturas. Concretando, un libro que agradará a los amantes de la intriga pero
de la misma forma a aquellos a los que apasionen las referencias y citas de
autores por medio de las cuales percibimos un juego cargado de ironía.
Sergio
González Ramos, 1º Bachillerato BC
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